La mirada heteronormativa de ciertos directores,
productores y artistas puede generar entonces películas y series con un
excelente reparto, una envidiable fotografía y una temática que por su
naturaleza puede resultar atractiva y sumamente exitosa en taquilla, y que sin embargo no deja de ser una
producción que como muchísimas otras, adolecerá de una genuina perspectiva
femenina y por lo tanto se constituirá como un eslabón artístico de un todo que
habla de nosotras, pero que
paradójicamente deja nuestra voz y verdadera esencia fuera de escena.
No obstante, en los últimos años, las producciones
cinematográficas en las que directoras y productoras se involucran activamente,
han aumentado en sobremanera y nos han presentado escenarios e historias que
nos han permitido encontrarnos, junto a nuestros verdaderos anhelos y deseos, poniendo
en escena lo necesario de repensar la estructura de múltiples espacios de
expresión artística.
Marianne enseña a sus alumnas a como pintar un retrato
usándose a sí misma como modelo, en determinado momento una sus estudiantes
le pregunta por la historia de uno de sus más llamativos cuadros, donde se
aprecia a una mujer en medio de la oscuridad de la noche, iluminada por la luz
de la luna que se asoma entre densas nubes y
por el fuego que quema su vestido.
Todo inicia cuando Marianne es contratada por una condesa, madre de Heloise, para hacer su retrato, que
debe ser enviado a su futuro marido, para que este al verlo, al quedar prendado de su belleza acceda al
matrimonio. Cabe acotar que por más que el talento de Marianne sea innegable
esta se verá limitada por su género firmando muchas veces como si fuera su padre, quien también es un pintor,
que se encuentra retirado. El problema se halla en que Heloise, recién salida del convento, no
quiere ser retratada, por que no desea
un matrimonio sin amor y se ha rehusado a posar con anterioridad frente a otro
pintor.
Por este motivo la madre de Heloise, planea que Marianne aparente ser su dama de compañía y así pueda observarla de cerca sin que esta se dé cuenta, para luego,
a solas, pintar el retrato consignado, tan solo a partir de los trazos que su
mente logre retener durante el tiempo transcurrido en su compañía.
Una de las revelaciones más interesantes de la historia y que
no debemos perder del panorama se da al principio, cuando se revela que Heloise
no era la prometida originalmente asignada para el matrimonio. la razón de su salida abrupta del convento se
debe al accidente, o suicidio, de acuerdo a la criada Sophie, de su hermana
mayor, por lo que deberá ocupar el lugar de esta, marchando con su madre a Milán,
si el compromiso es aceptado y el matrimonio llevado a cabo de manera exitosa. Heloise, entonces, no transita hacia la libertad como
cualquiera pensaría, pasa del cautiverio del convento, al cautiverio del
compromiso y para terminar finalmente en
el del matrimonio.
El sentimiento de ambas protagonistas crece
desmesuradamente tras sus primeros encuentros, se trasmite esto mediante primeros planos que muestran a
detalle miradas, roces, movimientos convulsos o sorprendidos, una respiración
acelerada y el pulso descontrolado. En este sentido, la interpretación de las
actrices resulta fundamental, los diálogos se dan en torno a diversas
libertades que Heloise considera que Marianne posee, junto al descubrimiento de
la protagonista de sus sentimientos, sus propias limitaciones y también las de
su amada, pues si bien Marianne puede desenvolverse en ciertos espacios se halla
también limitada por su tiempo tanto amatoria como profesionalmente.
Es a través de los paseos que dan fuera de la casa y en la playa, que Marianne y Héloïse se van conociendo; no necesariamente a través de conversaciones profundas, sino más bien a través de la observación minuciosa de una sobre la otra, el lenguaje corporal, acompañado de la mirada se abre espacio a una historia que no es solo de amor, si no como es natural y no exclusivo de las relaciones heterosexuales se ve plagada de erotismo y tensión sexual. Esta mirada es también la de la directora que no necesita de las insufribles escenas de sexo a las que se someten muchas actrices, en su mayoría disfrutables, solo para el público masculino para transmitir la tensión afectiva que emana de ambas.
Para Héloïse, Marianne no es más que su “compañera de
caminatas”, una mujer que la ayuda a pasar el tiempo hasta que, eventualmente,
se case con un hombre al que ni siquiera ha visto en persona y cuya única
beneficiaria parece ser la madre de esta, quien paradójicamente paso por una
situación semejante al ser dada en compromiso ante un hombre del cual no sabía tampoco nada y que gracias al cuadro que
pintara el padre de MARIANNE dicha unión
se llevó a cabo, en ese sentido Heloise se halla profundamente sola dado
que únicamente representa para su madre un eslabón para su libertad
postergada, después de la muerte de su esposo, no reconociendo esta la
condena a la que somete a su hija, misma que vivió al comprometerse con el
padre de esta y mudarse hacia una isla de la nunca se sintió parte.
Mucho de lo que terminamos sintiendo a la hora de ver esta
película es transmitido a través del lenguaje no verbal; no es posesión y no es
una relación únicamente nacida de un deseo inmediato, sino más bien
algo mucho más verdadero y potente, que pese a su experiencia en contraste con
el candor de Heloise, tampoco había
sentido Marianne. En ese sentido dicha situación se convierte en la crónica
anunciada de un triste final. Marianne y Héloïse van cayendo en cuenta, poco a
poco, que su historia muy pronto acabará.
Por más que se amen y quieran estar juntas por siempre, Héloïse tendrá que
abandonar a Marianne y vivir el resto de su vida en un nuevo cautiverio,
resignándose a ser mera comparsa de un
hombre que no ama ni conoce, viviendo
en silenciosa amargura sin ningún tipo de opciones. Lo cierto es que la historia que Sciamma nos comparte tiene mucho qué decir sobre el
rol de la mujer en la sociedad, no solo en la época en que se encuentra
ambientada la película, en el siglo
XVIII, sino también hoy en día.
Es por esto que dicha filmación acaba por resultarnos entrañablemente cercana. Marianne es una mujer que no puede firmar sus propias pinturas con su nombre, Heolise se ve obligada a casarse con un perfecto desconocido en reemplazo de su hermana como si las mujeres fueran objetos fácilmente prescindibles e intercambiables y Sophie, la criada, debe de hacerse un aborto riesgoso y en secreto con la ayuda de varias mujeres, gracias a la ayuda y soporte de las protagonistas.
Mientras Marianne y Sophie preparan el retrato para
transportarlo a su nueva ubicación, Sophie se despide de Marianne con eterno
agradecimiento por el soporte durante el calvario que representó para ella lo
sucedido con respecto a su embarazo y posterior aborto, Luego de esto Marianne ve
a Heloise junto con la condesa que le ha obsequiado a su hija un camison para
su luna de miel, mismo con el que Mariane vio en una especie de sueño-visión a Heloise cuando estaba enamorándose de ella,
conmocionada corre escaleras abajo y antes de irse escucha la voz de Heloise
quien le pide que la mire una última vez tal y como Orfeo miro a Euridice antes
de perderla para siempre.
Años más tarde Marianne se encuentra frente a una pintura suya protagonizada por Euridice, una versión propia que hace sobre el famoso mito y que reinterpreta desde otra forma dada su propia historia de amor, mientras pasea por el museo, encuentra un retrato de Heloise sentada junto a su hija. Marianne estudia la pintura a detalle y visiblemente emocionada. En el cuadro, Heloise sonríe sutilmente y sostiene un libro que mantiene abierto a la página 28, misma en la que ella le solicitó a Marianne que hiciera un autoretrato para poder tener algo suyo siempre. Finalmente narra que solo pudo verla una vez más, sentada en un palco en el lado opuesto del teatro en el que se encontraban. Heloise se sienta sola y dirige toda su atención a la orquesta que toca abajo las cuatro estaciones de Vivaldi. Ella está completamente fascinada y entregada a cada nota pues esta la lleva a recordar lo vivido con Marianne quien le enseño a disfrutar de la música. Ella respira pesadamente, solloza y luego se ríe. Encuentra en dicha melodía un refugio, un espacio con Marianne que pese al tiempo no podrá ser quebrantado y en el que nadie más podrá ingresar.
En ese sentido Retrato de una mujer en llamas nos habla
también de todo aquello que transcurre en la esfera privada, lugar
históricamente destinado a las mujeres, espacio plagado de múltiples relatos,
emociones, sensaciones y saberes que han sobrevivido al silencio y que muchas
veces han sido infortunadamente
deformadas y estereotipadas de forma antojadiza por el cine, la literatura y el
arte en general, pero es a través de este mismo vehículo, que hoy nos llegan historias de mujeres que anhelan
ser libres y que muchas veces con el solo hecho de pensarlo enfrentaron y
enfrentan las convenciones de una
sociedad que no las entiende, las malinterpreta y las termina por silenciar.
Este tipo de producciones hechas por y para mujeres demuestran y promueven la
genuina sororidad y la mirada femenina,
que tan ajenas han estado del cine y de las diversas manifestaciones artísticas.
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