miércoles, 29 de junio de 2022

La mirada en la película Retrato de una mujer en llamas (Portrait de la jeune fille en feu)


 
La mirada lo es todo, nos brinda perspectiva, solidez y sobre todo transmite una directriz que será repetida y perpetuada en determinada línea temporal y que a la larga establecerá un estilo o canon, como lo que sucede en el cine. Las historias sobre mujeres, sus anhelos y pensamientos lejos de escasear son en extremo abundantes. El problema surge cuando la mayoría de determinados productos literarios, artísticos o cinematográficos son presentados bajo ciertos cánones y estructuras que lejos de extender el panorama sobre las mismas termina por limitarlas, acartonarlas y estereotiparlas.

Mira mi video sobre Retrato de una mujer en llamas: 




La mirada heteronormativa de ciertos directores, productores y artistas puede generar entonces películas y series con un excelente reparto, una envidiable fotografía y una temática que por su naturaleza puede resultar atractiva y sumamente exitosa en  taquilla,  y que sin embargo no deja de ser una producción que como muchísimas otras, adolecerá de una genuina perspectiva femenina y por lo tanto se constituirá como un eslabón artístico de un todo que habla de nosotras, pero  que paradójicamente deja nuestra voz y  verdadera esencia fuera de escena.

No obstante, en los últimos años, las producciones cinematográficas en las que directoras y productoras se involucran activamente, han aumentado en sobremanera y nos han presentado escenarios e historias que nos han permitido encontrarnos, junto a nuestros verdaderos anhelos y deseos, poniendo en escena lo necesario de repensar la estructura de múltiples espacios de expresión artística.

Tal es el caso de  la película Retrato de una mujer en llamas,  cuarto largometraje de  la  guionista y directora francesa Céline Sciamma quien situándonos a fines del siglo XVIII narra el fugaz pero profundo encuentro de Marianne (Noémie Merlant) y Heloise (Adèle Haenel), quienes al igual que Eurídice y Orfeo  compartirán un amor profundo  y limitado temporalmente por su trágico destino, pero que seguirá perenne en el corazón de sus protagonistas.

Retrato de una mujer en llamas nos cuenta la historia de un amor concebido desde el principio como un imposible, debido a los convencionalismos de su tiempo, en el que el amor entre dos mujeres, perdurable y dado libremente en sociedad, era algo simplemente risible e inconcebible; no obstante, las protagonistas poseen  el consuelo de que el dulce y al mismo tiempo doloroso recuerdo  de su historia de amor será algo que nadie podrá arrebatarles; así como Orfeo quien  tuvo que conformarse con llevarse con él tan solo la imagen de Eurídice, en lugar de conseguir rescatar a su amada en aquel relato mitológico que las protagonistas leen juntas una noche y que inevitablemente adelanta ya  el  final de su propia historia.

Marianne enseña a sus alumnas a como pintar un retrato usándose a sí misma como modelo, en determinado momento una sus estudiantes le  pregunta por la historia de  uno de sus más llamativos cuadros, donde se aprecia a una mujer en medio de la oscuridad de la noche, iluminada por la luz de la luna que se asoma entre densas nubes y  por el fuego que quema su vestido.

Todo inicia cuando Marianne es contratada por una condesa,  madre de Heloise, para hacer su retrato, que debe ser enviado a su futuro marido, para que este al verlo,  al quedar prendado de su belleza acceda al matrimonio. Cabe acotar que por más que el talento de Marianne sea innegable esta se verá limitada por su género firmando muchas veces como si  fuera su padre, quien también es un pintor, que se encuentra retirado. El problema se halla en que  Heloise, recién salida del convento, no quiere ser retratada,  por que no desea un matrimonio sin amor y se ha rehusado a posar con anterioridad frente a otro pintor. 

Por este motivo la madre de Heloise,  planea que Marianne aparente  ser su dama de compañía  y así pueda  observarla  de cerca sin que esta se dé cuenta, para luego, a solas, pintar el retrato consignado, tan solo a partir de los trazos que su mente logre retener durante el tiempo transcurrido en su compañía.

En un primer momento, Marianne acepta sin condiciones, entusiasta por demostrar su valía lejos de la sombra de su padre y  buscando firmar dicha obra con su propio nombre, empero tras las primeras conversaciones  con Heloise descubrirá que la historia de ambas, si bien distinta en apariencia, se encuentra plagada de cautiverios semejantes, de esta manera su propia historia hará eco en la de Heloise y lo que en apariencia era una clara consigna quedará desdibujado con el pasar de las semanas y el avanzar de su trabajo para convertirse en una cercana amistad y relación de confidencia.  

Una de las revelaciones más interesantes de la historia y que no debemos perder del panorama se da al principio, cuando se revela que Heloise no era la prometida originalmente asignada para el matrimonio.  la razón de su salida abrupta del convento se debe al accidente, o suicidio, de acuerdo a la criada Sophie, de su hermana mayor, por lo que deberá ocupar el lugar de esta, marchando con su madre a Milán, si el compromiso es aceptado y el matrimonio llevado a  cabo de manera exitosa. Heloise,  entonces, no transita hacia la libertad como cualquiera pensaría, pasa del cautiverio del convento, al cautiverio del compromiso y  para terminar finalmente en el del  matrimonio.

El sentimiento de ambas protagonistas crece desmesuradamente tras sus primeros encuentros, se trasmite  esto mediante primeros planos que muestran a detalle miradas, roces, movimientos convulsos o sorprendidos, una respiración acelerada y el pulso descontrolado. En este sentido, la interpretación de las actrices resulta fundamental, los diálogos se dan en torno a diversas libertades que Heloise considera que Marianne posee, junto al descubrimiento de la protagonista de sus sentimientos, sus propias limitaciones y también las de su amada, pues si bien Marianne puede desenvolverse en ciertos espacios se halla también limitada por su tiempo tanto amatoria como profesionalmente.


Es a través de los paseos que dan fuera de la casa y en la playa, que Marianne y Héloïse se van conociendo; no necesariamente a través de conversaciones profundas, sino más bien a través de la observación minuciosa de una sobre la otra, el lenguaje corporal, acompañado de la mirada se abre espacio a una historia que no es solo de amor, si no como es natural y no exclusivo de las relaciones heterosexuales se ve plagada de erotismo y tensión sexual.  Esta mirada es también  la de la  directora que no necesita de  las insufribles escenas de sexo  a las que se someten muchas actrices,  en su mayoría disfrutables,  solo para el público masculino para transmitir la tensión afectiva que emana de ambas.

Para Héloïse, Marianne no es más que su “compañera de caminatas”, una mujer que la ayuda a pasar el tiempo hasta que, eventualmente, se case con un hombre al que ni siquiera ha visto en persona y cuya única beneficiaria parece ser la madre de esta, quien paradójicamente paso por una situación semejante al ser dada en compromiso ante un hombre del cual no sabía  tampoco nada y que gracias al cuadro que pintara el padre de MARIANNE dicha unión  se llevó a cabo, en ese sentido Heloise se halla profundamente sola dado que únicamente representa para su madre un eslabón para su  libertad  postergada, después de la muerte de su esposo, no reconociendo esta la condena a la que somete a su hija, misma que vivió al comprometerse con el padre de esta y mudarse hacia una isla de la nunca se sintió parte.

Mucho de lo que terminamos sintiendo a la hora de ver esta película es transmitido a través del lenguaje no verbal; no es posesión y no es una relación  únicamente  nacida de un deseo inmediato, sino más bien algo mucho más verdadero y potente, que pese a su experiencia en contraste con el candor de  Heloise, tampoco había sentido Marianne. En ese sentido dicha situación se convierte en la crónica anunciada de un triste final. Marianne y Héloïse van cayendo en cuenta, poco a poco, que  su historia muy pronto acabará. Por más que se amen y quieran estar juntas por siempre, Héloïse tendrá que abandonar a Marianne y vivir el resto de su vida en un nuevo cautiverio, resignándose a ser  mera comparsa de un hombre que no ama ni conoce,   viviendo en silenciosa amargura sin ningún tipo de opciones. Lo cierto es que la  historia que Sciamma  nos comparte tiene mucho qué decir sobre el rol de la mujer en la sociedad, no solo en la época en que se encuentra ambientada la película,  en el siglo XVIII, sino también hoy en día.

 Es por esto que dicha filmación acaba por resultarnos entrañablemente cercana.  Marianne es una mujer que no puede firmar sus  propias pinturas con su nombre, Heolise se ve obligada a casarse con un perfecto desconocido en reemplazo de su hermana como si las mujeres fueran objetos fácilmente prescindibles e intercambiables y Sophie, la criada, debe de hacerse un aborto  riesgoso y en secreto con la ayuda de varias mujeres,  gracias a la ayuda y soporte de las protagonistas.

Mientras Marianne y Sophie preparan el retrato para transportarlo a su nueva ubicación, Sophie se despide de Marianne con eterno agradecimiento por el soporte durante el calvario que representó para ella lo sucedido con respecto a su embarazo y posterior aborto, Luego de esto Marianne ve a Heloise junto con la condesa que le ha obsequiado a su hija un camison para su luna de miel, mismo con el que Mariane vio en una especie de sueño-visión  a Heloise cuando estaba enamorándose de ella, conmocionada corre escaleras abajo y antes de irse escucha la voz de Heloise quien le pide que la mire una última vez tal y como Orfeo miro a Euridice antes de perderla para siempre.

Años más tarde Marianne se encuentra frente a una pintura  suya  protagonizada por Euridice, una versión propia que hace sobre el famoso mito y que reinterpreta desde otra forma dada su propia historia de amor, mientras pasea por el museo, encuentra un retrato de Heloise  sentada junto a su hija. Marianne estudia la pintura a detalle y visiblemente emocionada. En el cuadro, Heloise sonríe sutilmente y sostiene un libro que mantiene abierto a la página 28, misma en la que ella le solicitó a Marianne que hiciera un autoretrato para poder tener algo suyo siempre. Finalmente narra que solo pudo verla una vez más,    sentada en un palco en el lado opuesto del teatro en el que se encontraban. Heloise se sienta sola y dirige toda su atención a la orquesta que toca abajo  las cuatro estaciones de Vivaldi. Ella está completamente fascinada y entregada a cada nota pues esta la lleva a recordar lo vivido con Marianne quien le enseño a disfrutar de  la música. Ella respira pesadamente, solloza y luego se ríe. Encuentra en  dicha melodía un refugio, un espacio con Marianne que pese al tiempo no podrá ser quebrantado y en el que nadie más podrá ingresar.  


En ese sentido Retrato de una mujer en llamas nos habla también de todo aquello que transcurre en la esfera privada, lugar históricamente destinado a las mujeres, espacio plagado de múltiples relatos, emociones, sensaciones y saberes que han sobrevivido al silencio y que muchas veces  han sido infortunadamente deformadas y estereotipadas de forma antojadiza por el cine, la literatura y el arte en general, pero es a través de este mismo vehículo, que hoy  nos llegan historias de mujeres que anhelan ser libres y que muchas veces con el solo hecho de pensarlo enfrentaron y enfrentan  las convenciones de una sociedad que no las entiende, las malinterpreta y las termina por silenciar. Este tipo de producciones hechas por y para mujeres demuestran y promueven la genuina  sororidad y la mirada femenina, que tan ajenas han estado del cine y de las diversas  manifestaciones artísticas.

 

 

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario