domingo, 12 de julio de 2020

Un lunes como cualquier otro

Alicia pensaba que lo mejor que podía hacer con su vida era dedicarla a los demás. Por ello, tras muchos desaciertos; que incluían relaciones infructuosas con tipejos desgarbados y sosos, así como ocupaciones de distinta índole laboral, decidió dedicarse en cuerpo y alma a la docencia. Que mejor meta que tener una profesión que genere otras, como solía decir su  difunta abuela Catita. No tuvo que pensarlo mucho, a la edad de veintitrés años después de todo,  no se es tan "vieja" para volver a empezar. Ni corta ni perezosa abandonó la enfermería, que jamás la convenció del todo y tras no pocos esfuerzos ingresó a  Educación. 


Fueron años maravillosos, levantando siempre la mano en clases y participando lo más que podía, ayudando siempre al docente practicante y organizando todo hasta muy tarde, las excursiones, los eventos y sobre todo la amistad; sin embargo, llegó a darse cuenta de la inexplicable cansina que provocaba en los demás, algo a lo que siempre resto importancia, después de todo estaba en el camino correcto. Después de la carrera comenzaron sus prácticas, una etapa que siempre recordaría con cariño. Su novio Mario, que posteriormente se convertiría en su esposo, docente como ella pero descreído en lo que refería a la retahila de frases como profesión que forma profesiones, la acompañaba  siempre en sus prácticas; un mastodonte de casi dos metros que espantaba a todo aquel colegial  o colega hormonado que se acercara a saludar a Alicia, como posteriormente lo haría en la serie de escuelas en las que trabajaría  durante la primera etapa de su carrera; es algo celoso, excusaria siempre ella. Y claro pensaba Alicia, pese a las idas y vueltas,  peleas tontas o las rídiculas formas que tenía  de reconciliarse y pedirle perdón, él siempre estaba allí para escucharla, aceptarla y sobre todo para compartir ese proyecto de vida tan hermoso como lo era la educación.  

Pero algo en ella  se quebró un día, cierto lunes se miró al espejo y no se reconoció más.  Pudieron ser las eternas horas de calificaciones, las clases en las que siempre se respondía a si misma o quizá esos padres que  respiraban en su nuca y cuestionaban todo lo que hacía al mismo tiempo que no hacían nada por sus hijos. 
Muchas veces no comía y se quedaba en la escuela hasta  muy tarde, terminando sus informes o preparando  el material de clases para el día siguiente. Empezó a fumar a escondidas en el baño de docentes, sus dientes se pusieron amarillos a la vez que se le marcaron las ojeras, ¿es que acaso todo esto era demasiado?, ¿no bastaba con entregarse en cuerpo y alma a su carrera para ser feliz?, la verdad es que no, parecía que no era suficiente y nada bastaba para contentarla; se miró al espejo con mayor atención, ya habían pasado diez años,  había empezado a ensanchar caderas a la vez que se le formaron unas lonjitas que jamás pensó que tendría cuando fue señorita cachimbo 2010. Aquella noche en la que antes de la coronación besó con angustiosa alegría y devoción al profesor practicante en el baño de discapacitados, mientras Mario la esperaba afuera sosteniendo su abrigo y bolso. 

Las cosas con Mario tampoco resultaban bien después de tantos años y discutían por todo; él insitía en tener hijos, ella simplemente no quería tenerlos, intentó ponerla en jaque varias veces y un aburrido domingo, tras una acalorada discusión y un bofetón mal dado, que golpeó sus dientes e hizo sangrar sus encías, su matrimonio había terminado. 

Allí estaba frente al espejo, en casa de sus padres, observando a esa mujer que ahora le resultaba desconocida, que se alistaba para el trabajo a la vez que le devolvia una mirada llena de desconcierto. Fue un lunes como cualquier otro, esperando que los minutos que parecían enternos acabaran, mientras el director hablaba a sus anchas de la importancia del patriotismo y unos escuálidos muchachos desfilaban una bandera desteñida. Al entrar a clases sintió toda la frustración de golpe, pero  decidió continuar en silencio y sin quejas, después de todo era su trabajo. Hoy las vocales, mañana las consonantes, cantaban, aplaudían y hasta reían, tal vez no cambiaría sus vidas, ni ellos la suya, pero después de todo, mañana era otro día. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario