viernes, 4 de septiembre de 2015

Don Juan Tenorio: el temor a la muerte y al castigo




La angustia y el temor que nos produce la muerte es tal que buscamos escapar de nuestra mortalidad bajo muchas formas, la religión, los vicios, la negación e incluso la ficción literaria, pero lo cierto es que aunque esperemos con paciencia y esperanza  que exista un más allá son muchos los que temen no ser merecedores del paraíso prometido.

¿Es el temor al castigo eterno mayor al de la muerte?, la razón por la que le tememos a la muerte es porque nos hallamos ante algo desconocido, si tuviéramos la seguridad de la existencia de un más allá no existiría el temor a esta transición sin embargo aun queda el castigo, ¿por qué le tememos a este?

Son Juan Tenorio capital simbólico en España y  en muchas otras parte del mundo presentado emblemáticamente por Tirso de Molina, no esta exento del temor humano hacia lo desconocido pero ante todo al pavor que le produce ser castigado por sus acciones.  Como observamos al verlo devorado por las almas infernales que lo llevan hacia las fauces infernales del Argos, reparando todo el daño cometido y devolviendo a sus jóvenes victimas la honra “arrebatada”.


No obstante esta historia en contraste con la adaptación de Zorrilla no hallo tantos seguidores, ¿cuál es el motivo?, ¿es acaso a el amor que encuentra en esta obra y no posee el anterior Juan Tenorio en la otra?, o, ¿quizá sea la modernidad de la obra de Zorrilla, lo que lo ha mantenido vigente?, podríamos tratar de aplicar cualquiera de estas posibilidades tan numerosas e indistintas para tratar de explicar la popularidad de el Juan Tenorio de Zorrilla en comparación a la obra de Tirso. Sin embargo mi tesis es esta, creo que es la posibilidad de ser redimido, la idea del perdón a través del amor y vernos exentos del castigo  la que ha convertido a esta obra tan popular en contraste con la de Tirso.

Lo cierto es que el ser humano posee un miedo inconmensurable hacia la muerte pero ante todo al castigo, la sola posibilidad de ver como un  joven conquistador, mujeriego empedernido, homicida y bellaco es perdonado a través del amor, sin llegar a recibir el castigo del que era merecedor (Como es el caso del  Juan Tenorio de Tirso), nos produce alivio, no brinda la posibilidad de ocupar su  lugar y  de ser redimidos pese a nuestra maldad, nos aliviana y tranquiliza, pues  tal y como señale con anterioridad todos  buscamos escapar del horror de un muerte que nos transporta hacia la nada también mediante el universo literario,  resulta entonces verdaderamente esperanzador observar como un hombre que  afirma ser el azote del pundonor y el terror de la virtud puede librarse de recibir todo aquello por lo que ha vivido: “Por donde quiera que fui, la razón atropellé la virtud escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí  Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios
 subí, yo los claustros escalé y en todas partes dejé memoria amarga de mí”. (Escena XII).

La muerte es nuestro gran paradigma, el libre albedrio y el ritmo acelerado del presente siglo, ha echado pro la borda los grandes dogmas que nos invitaban a ser precavidos, creyentes y “decentes”, es aquí cuando la figura de Juan Tenorio surge y reclama para si que los jóvenes vivan, a través de una visión literaria de irremediable maldad como de la que es poseedor el protagonista se nos invita a ver la presión con la que ese desenvolvían en los anteriores siglos, se solicitaba clemencia, pulcritud y pundonor, pero por otra parte se pedía vivir una vida de valor, la literatura significo un refugio para exorcizar nuestros miedos tal y como afirma Umberto Eco, a través de la figura de Juan Tenorio, se conquistó a las mujeres que en la vida real no se pudo conquistar, se convirtieron muchos en temporales poetas y notables buscapleitos, la ilusión de ir a buscar una vida glorificada sin ir más allá de la comodidad de nuestra habitación se asentó en aquel entonces y los sueños se convirtieron en algo que un ser superior y no nosotros podría atreverse a cumplir, la vida se volvió en algo que vivíamos a través de cualquier cosa y no por nosotros mismos.

En este espacio de opresión y doble moral se gesto un nuevo Juan Tenorio, que era humano a pesar de no ser real, que necesitaba amar para salvar su vida de absolutos días de banalidad, porque al fin y al cabo si al castigo tememos es porque muy en le fondo sabemos que somos merecedores de este y que pese a todas las posibilidades hemos elegido vivir a través de un dogma, un escape o un libro, en medio de la banalidad con la que Juan Tenorio vivió su día a día y esperanzados en redimirnos de esto en algún momento.

Miguel Delibes asevero: «Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales», y junto al ficcional Juan Tenorio somos tan terriblemente humanos no nos parecemos en lo absoluto a la  dulce Ofelia de Hamlet ni somos tan valientes o decididos como Amadis de Gaula, pero puede que cada uno de nosotros lleve un poco de Juan Tenorio, de su mezquindad, su egoísmo, su desinterés por tener una vida admirable y probablemente la ilusión de redimirnos pese a nuestra cobardía. 



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