jueves, 3 de septiembre de 2015

¿Somos conscientes de estar vivos?

Muchos de nosotros somos como Gregorio Samsa, vivimos encapsulados en una realidad asfixiante pensando que somos parte de algo importante sin darnos cuenta que desde hacia mucho tiempo estamos muertos. 
Existen días, muy  pocos generalmente en los que caemos en cuenta de la realidad que nos rodea, observamos impasibles y con claridad la  aplacadora rutina,  nos sorprenden las acciones  que llevamos o no a  cabo,   palabras que dejamos de decir, cosas por las que dejamos de luchar,   sentimientos que nos rehusamos a expresar y el «no» que no fuimos capaces de pronunciar.


Es todo esto lo que nos ha llevado a estar  donde estamos, a ser lo que somos y  aunque sabemos con exactitud como llegamos hasta aquí, nos negamos a aceptar  como nuestra responsabilidad  la realidad vivida, preferimos culpar al sistema, a los padres,  al cambio de moneda o al presidente de turno, antes que admitir que pudimos hacer algo más. No obstante, hay algo más que nos sacude desde adentro, son nuestros sueños, que se encuentran  encorados y silenciosos en nuestra pequeña jaula de conformidad, frustración y excusas que forjamos para ellos, para evitar que el dolor del fracaso inunde el día con día y convierta en insoportable una gris existencia.
Lo cierto es que todos poseemos sueños pero son pocos los que se deciden a convertirlo en una realidad férrea, todos podemos soñar y soñamos, es más,  si miráramos con atención a nuestro alrededor veríamos en cada rostro la historia de un triunfo indiscutible o  de una aplastante derrota. En un mundo acelerado como el de nuestra sociedad,  nos hallamos permanentemente conectados y se pretende con el fin de apaciguar nuestra inconformidad ante la vida,  algo que resulta simplemente irrisorio pero tristemente verídico:  el vendernos constantemente la experiencia de una vida ficticia, esperan que disfrutemos de la rutina sin pestañeos, buscan  que se institucionalice el domingo, que se proteste porque un hombre golpea a un perro, pero, que paradójicamente nadie se inmute por el asalto político o la acusación de  lavado de activos   hacia a  algún parlamentario.
Buscan pintarnos una vida satisfactoria que busca ser alimentada a través de la seguridad: la de un empleo, una relación, una hipoteca e incluso prever  que nuestro ocio y pasatiempos no afecten en lo absoluto a  nuestro desempeño sistemático; es aquí donde el trabajo de la red de redes se hace presente y es  también fundamental, hoy el opio del pueblo no se halla más en la religión, como afirmara Marx, es en  Internet  y mediante videos impactantes o graciosos, la presencia de  redes sociales como «Facebook»   o «Twiter» que promueven el morbo y la exhibición de nuestra intimidad para generar una forzosa  aceptación en extremo patética, como también muchos portales de noticias que promocionan como sucesos de importancia la ciada de un famoso o su salida de una clínica de rehabilitación. Todo esto   ralentiza a las personas y las convence que ante cualquier expectativa es mucho más importante buscar la seguridad, arriesgarse no solo es más sino que también se vuelve en algo innecesario.
Y es por eso que cuando caemos en cuenta del contexto de vida que nos rodea, observamos nuestra casa, nuestro aspecto y nos damos cuenta de lo que verdaderamente significa,  no podemos soportarlo,  procuramos cuanto antes adentrarnos a la vida grisácea de la cotidianidad que nos ofrece no solo una falsa seguridad sino que también nos carcome y asesina de a pocos, terminando de hacer de nosotros  parte de este insensible y castrante sistema.
Enfrentarnos a nuestra realidad y aceptar es duro, tanto que nos detenemos, nos deprimirnos y dejamos de avanzar, pero la vida nos llama a vivir más allá de la conformidad, el presente siglo ofrece oportunidades inusitadas y aquí estamos nosotros para luchar por obtenerlas, estar consientes de que hoy y solo hoy viviremos es importante para comenzar a forjar aquello que queremos ver un dia sin rehuir o renegar de nuestra suerte, sonreír satisfechos al observar que estamos donde siempre quisimos estar. 

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