En el año de 1914 se inició la Primera Guerra Mundial, que desencadenaría una serie de eventos catastróficos en el continente europeo, bastante conocidos y repasados ya por los libros de historia. Lo cierto es que dicha guerra nombrada así no en balde, provocó una cantidad irreparable de víctimas y muertos, sin embargo los sucesos que se mostraron en esta guerra no fueron tan cruentos como los propiciados durante la Segunda Guerra Mundial, donde el totalitarismo dictatorial desencadenado en muchos países tendría un papel protagónico mas propiciados de manera particular.
Una pregunta que ha inquietado a muchos ha sido el origen de estas, ¿cómo nacen las dictaduras?, ¿cómo puede el pueblo amar al tirano?, ¿que factores hacen falta para que esto suceda?
Mucho se ha escrito ya sobre la Alemania nazi, uno de los ejemplos estrella de como bajo determinadas condiciones se normativiza y naturaliza la crueldad, como un mal necesario. Lo cierto es que, en el caso de Alemania es altamente probable que el origen de la dictadura nazi, este asentado en aquellos discursos que se dieron incluso antes del inicio de la Primera Guerra Mundial.
Con la llegada del luteranismo a naciones como Alemania se asentaron diversos dogmas, que eran vertidos a la población desde la iglesia y la autoridad aristócrata feudal que en cierto modo limitaba a sus ciudadanos a un vínculo paternalista, donde un sometimiento fiel garantizaba la supervivencia, como cualquier muestra desafiante al sistema los convertía en parias y condenaba a un miserable padecimiento.
Por lo que las generaciones que protagonizarían la Segunda Guerra Mundial, aquellos que seguirían fielmente los métodos de tortura y coacción de las dictaduras fascistas en Europa, fueron criados bajo un riguroso discurso, donde debía seguirse a raja tabla diversos preceptos, hallandosé sometidos a un abosluto poder paternalista.
Siendo así que las dudas infantiles no tenían lugar, como tampoco la inocencia o el jolgorio, todo se hallaba debidamente controlado y parametrado, incluyendo las emociones. Estos mismos niños, obligados a ser adultos aún siendo infantes, a ser fríos y estrictamente respetuosos, condenados por explorar su sexualidad, serían los mismos que con misma frialdad y cruel determinación protagonizarían cruentos crímenes de guerra como los realizados por el nazismo alemán.
Siendo así que las dudas infantiles no tenían lugar, como tampoco la inocencia o el jolgorio, todo se hallaba debidamente controlado y parametrado, incluyendo las emociones. Estos mismos niños, obligados a ser adultos aún siendo infantes, a ser fríos y estrictamente respetuosos, condenados por explorar su sexualidad, serían los mismos que con misma frialdad y cruel determinación protagonizarían cruentos crímenes de guerra como los realizados por el nazismo alemán.
Tomando en cuenta esto, es importante resaltar que el germen de las dictaduras se debe no solo a un proceso de sistematización en la población, como lo acontecido en Alemania, sino que también se debe en parte a la naturalización de la crueldad. Así, la severidad del luteranismo fue un factor esencial para naturalizar la crueldad de la tortura dentro de los sistemas militares de. Estos dos factores, naturalización de métodos inhumanos como parte de un mal necesario, así como la sistematización de una población de manera paramilitar generan lo más cruento del ser humano, amparado en el umbral de la legalidad.
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La legalidad no es muestra de justicia, que hoy se libere a un asesino y ladrón, como Fujimori y quiera ampararse este hecho en la legalidad que blinda al presidente de la Republica no lo hace justo, solo nos demuestra que tan sistematizada y acostumbrada a la impunidad se encuentra la sociedad peruana.
La situación de nuestro país no es nueva, vivimos en una sociedad que muestra los síntomas de una enfermedad que se ha desarrollado desde los años noventa. Aquellos años en los que la impunidad y corrupción se enquistaron en el poder de la mano de la prensa y la indiferencia del país. Desde entonces hasta ahora habíamos vivido bajo el rezago del fujimorismo, aquel rezago que se inició con la venta de empresas peruanas en los años noventa e instauró hasta nuestro días una política de beneficio empresarial por sobre todas las cosas, modus operandi que continúa hasta hoy.
La situación de nuestro país no es nueva, vivimos en una sociedad que muestra los síntomas de una enfermedad que se ha desarrollado desde los años noventa. Aquellos años en los que la impunidad y corrupción se enquistaron en el poder de la mano de la prensa y la indiferencia del país. Desde entonces hasta ahora habíamos vivido bajo el rezago del fujimorismo, aquel rezago que se inició con la venta de empresas peruanas en los años noventa e instauró hasta nuestro días una política de beneficio empresarial por sobre todas las cosas, modus operandi que continúa hasta hoy.
Hoy se condena a la juventud que sale a protestar en las calles, porque se normaliza dicha situación en la que un genocida mediante artimañas sale libre, un hombre que corrompió al país hasta la médula. La legalidad no es sinónimo de justicia, pero indudablemente la impunidad va de la mano con la indiferencia; del mismo modo, las dictaduras no emergen por qué si, la normalización de ciertas medidas como lo que hoy acontece las legitiman, hasta hacer de la libertad individual y colectiva una mera formalidad que más allá de del papel no posee validez.
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