martes, 18 de agosto de 2015

“Qué Dios nos ayude”, la frágil memoria histórica

Hace veinticinco años,  en todos los medios de comunicación, escuchamos una irrisoria frase: “Que Dios nos ayude”,  que sirvió como preámbulo para el “fujishock” un programa de ajuste económico radical, que multiplicó los precios en varias veces de un día para otro. La gasolina aumento en 32 veces, el gas aproximadamente 27, así como  todos los productos esenciales para los peruanos. 


Para la población esto significó un suceso traumático,  de un día a otro muchos se encontraron con una realidad catastrófica: simplemente no tenían que comer y el dinero poseído no valía prácticamente nada.

El gobierno de Fujimori sucedió al de Alan García,  el cual se caracterizó por ostentar la segunda hiperinflación más larga de la historia en el mundo. Los precios de los alimentos aumentaban en un 40% cada mes, mientras el país se derrumbaba junto al  estado.

Lo increíble y tristemente cierto es que ambos candidatos fueron elegidos por un mismo pueblo y posteriormente reelegidos por  los mismos electores y sus  jóvenes hijos.

En su campaña electoral,  Alberto Fujimori afirmó tozudamente, y, sin un fundamento económico especifico,  que no existiría algún tipo de ajuste económico (shock, paquetazo, etc)  a diferencia  de su oponente electoral, Mario Vargas Llosa, cuya sinceridad al afirmar que rehuir a un shock económico era imposible, ahuyentó a un gran numero de votantes.

El pueblo peruano pese a este incumplimiento electoral accedió a las medidas tomadas,  las primeras reacciones generaron saqueos que fueron rápidamente controlados y en el primer día murieron cuatro personas, todos estaban anonadados y perdidos,  ante una crisis económica que dejó imborrables huellas en el accionar de nuestra sociedad.


Los años pasaron  con rapidez, y algo más  se institucionalizo en el gobierno fujimontesinista: la frágil memoria histórica, durante los años posteriores se trató de justificar el   más que corrupto proceder del gobierno fujimorista a través de la  abominable  administración de García, en pocas palabras se aprendió a silenciar el horror y a normalizarlo como una característica imanente en todo gobierno, muertes, saqueo y una aún más honda pobreza.

Si tuviéramos el suficiente sentido común y amor a nuestro país y las generaciones venideras, nunca se hubiera permitido que  Alan García volviera al poder, no hubiéramos olvidado la corrupción de su gobierno qué nos llevó a una de las inflaciones más oscuras,  como tampoco la corrupción aprista que tuvo como protagonistas a los  que más tarde participaron  también del festín fujimontesinista.

Tendríamos el horror del terrorismo  presente y sabríamos que el poder policiaco fue tan responsable del terror, desaparición, tortura, violación y asesinato de miles de peruanos como Sendero Luminoso y su líder  Abimael Guzmán.

No olvidaríamos las esterilizaciones forzadas, los miles de desaparecidos en el gobierno fujimontesinista, el despilfarro, el robo y la predica de alimentar a los pobres con migajas y no implantar en ellos ideas de superación económica.

No dejaríamos que la hija de un genocida postulara y defendiera el gobierno de su padre con tanta desvergüenza.

La pobreza extrema, la delincuencia, los embarazos juveniles, la alta tasa de  desempleo, la falta de emprendedores, el transfugismo político y la institucionalización de la corrupción a través de frases como  “roba pero hace obras”, son una herencia de un pasado  del que todavia nos rehusamos a aprender.

Somos los responsables de esto, los que regalan su voto  por unas bolsas de arroz,  aceptamos migajas y vagas promesas para luego indignarnos con el robo y saqueo del gobierno, veremos a la miseria venir sintiéndonos inocentes cuando somos inexorablemente culpables.

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