martes, 2 de junio de 2015

La transfiguración del hombre por la sociedad decadente

Uno de los mensajes más contundentes de la obra Lazarillo de Tormes es el que  la sociedad forja al hombre, Lazarillo  niño inocente fue empujado a una sociedad decadente, sus inmensas ganas de vivir y los amplios deseos que tenía por aprender pronto fueron convertidos en hambre, espiritual y física, carencias que lo acompañarían hasta el final del relato, dado que no existe una historia de superación de sí mismo al final del relato, Lázaro no sale incorrupto de la marea   abyecta en la que se ve envuelto, algo en
él se pervierte y su energía e ingenio se apagan con lentitud haciendo de él un hombre más, resignado a vivir una existencia no elegida.

Cada personaje representa una parte de la sociedad a través de los seis tratados emprendemos un viaje junto a Lázaro, un viaje decadente, la transfiguración de un alma con energía a un ser mediocre, dado que todo tipo de talento y virtud en el  protagonista sirve solo para sobrevivir en un mundo que le  niega las oportunidades de antemano.

 Todas estas historias de tragedia, podredumbre, doble moral y tragedia, se nos presentan mediante lo picaresco y se vuelve imposible no soltar una risotada irónica, pero siendo conscientes de esta historia, vemos que no se aleja del espíritu humano si no que mansamente se acerca a este y susurra débilmente toda nuestra maldad, vertiendo con tranquilidad montañas de estiércol ensortijados con sonrisas que lejos de conmovernos nos alegran el día.

Y lejos de la picardía, ¿Cómo observamos la vida de Lázaro?  Nos encontramos primero con una madre sufriente, viuda de un hombre que fue obligado a marchar sabiendo perfectamente que no volvería, condenada por amar a un estudiante y tener un hijo de este se hunde en una inminente miseria económica y espiritual,  se ve obligada a dar a su hijo en custodia  al primer hombre que se  aparece, su desesperación sorda no le alcanza para atinar a nada más, solo para ofrecer a la vida la ventura de su hijo y esperar que sea mejor que la suya, al igual que Fantine en  “Los Miserables”, sufre en silencio una decisión desesperada producto de un mundo de miseria del que expulsa a su hijo sin fervor ni esperanza.

El ciego es para Lázaro su primer acercamiento a la maldad y los sentimientos bajos, le enseña a aceptar la corrupción, usarla a su favor y a defenderse de la hostilidad de una sociedad que lo condena por su pobreza  y orfandad de las que es totalmente inocente.  Como un feroz tornado, una cruel cornada, una caída abrupta, Lázaro despierta a un mundo distinto del que vivió cuando era niño. El protagonista escapa con gracia del poder del ciego, pero su inocencia se queda para siempre con el hombre que le hacer ver más allá de lo que él podía avistar.

El clérigo representa  a la Iglesia, que imparte paz y pide amor de sus fieles, mata de hambre a Lázaro y para sobrevivir este desciende un peldaño más, comienza a robar, al ser descubierto es expulsado con indignación por el clérigo. El mundo se convierte en un lugar hostil y Lázaro se descubre solo contra un mundo decadente en valores y moral.

Con el escudero Lázaro descubre la bondad, pero también la fantasía a través de un hombre que solo vive de su apariencia, su ficticia hidalguía y  honor, un ser anacrónico que le enseña a Lázaro el valor de la vanidad incoherente, con su actitud Lázaro comprende que las posiciones y estatus importan aún más que el verdadero esfuerzo, descubre la frivolidad del mundo y guarda para sí un poco de esto,  su mirada se vuelve aún más baja pues al no poseer la  alcurnia ni posición social ideales descubre que su papel en esta sociedad estará siempre subordinado a esferas más altas, limitado hasta cierto punto, se sentirá más incompleto y solitario al verse abandonado por el escudero.

Más adelante sirve Lázaro a un fraile mercedario, amante del mundo, ansioso de vida y conocimiento, alejado de la vanidad de la Iglesia, apenas estacionario, hombre nómada que fascina a Lázaro, pero que a la vez lo espanta, al  hacer reventar sus zapatos por el trajín, el joven teme al cambio, a una nueva perspectiva,  es ya parte de la sociedad que lo ha tratado con suma dureza y ansioso por la hostil seguridad, temeroso de lo desconocido, huye de la vitalidad, abandonando al fraile.

Lázaro sirve posteriormente a un buldero, un hombre que a través de cierto intercambio comercial, estafaba a ingenuos creyentes temerosos de Dios, prometiéndoles  resarcir sus pecados  mediante la compra de bulas tras una determinada cantidad de dinero pagado. El protagonista asiste con indiferencia a esta corrupción, el buldero finge creer que las bulas sirven para resguardar verdaderamente del inclemente fuego del  infierno, Lázaro esta coludido pero conforme tiene alimento y el amargo trago de la corrupción no parece afectarlo, hasta que el buldero es arrestado.

En el último tratado, Lázaro sigue poniéndose al servicio de distintos amos, un capellán, un maestro de hacer panderos y un alguacil, hasta se vuelve aguador. Por último consigue el cargo de pregonero gracias a un  arcipreste, quien además le ofrece un hogar y la oportunidad de casarse con una de sus criadas  criada, mas todo esto con la finalidad de acallar los rumores que sobre el caían, que afirmaban que  mantenía una relación ilícita con ella.

Después de la boda, los rumores siguen presentes, haciéndose cada vez más evidentes, Lázaro se siente burlado y confuso, todos los vecinos murmuran a sus espaldas lamentando su ingenuidad y burlándose de su desgracia. Sufre la infidelidad en silencio, ha aprendido su lección el mundo salvaje que lo ha forjado le enseña que el verdadero honor y dignidad no corresponden a alguien como él, imagina el despojo del que sería victima si actuara contra el arcipreste, teme por su seguridad, el hambre física y la conformidad, han ganado a su ansia espiritual, acaba por convertirse en un ser humano más, resignado a su suerte, cómodo en su desgracia y paciente con el deshonor del que es víctima. Afirma haber alcanzado una felicidad, mas esta es en realidad la resignación a una vida segura pero del que no está plenamente orgullo. La sociedad termina por forjar a este hombre convertido en uno más entre muchos. 

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