miércoles, 17 de junio de 2015

Pensamientos de muerte en la madrugada

En madrugadas como esta pienso en la muerte, en el inminente final que ha de llegar a mi puerta. Llevándose los seres que amo hacia otro lado, para luego acercarse inexorable hacia mí. Pienso en el fin y temo mucho por las horas desperdiciadas, por los momentos en los que no me sentí viva, tan solo mera espectadora del transcurrir de mis días, tengo 21 años pero a veces pienso,  ¿Que tanto de aquellos años en verdad han quedado en mí?, ¿Qué tanto recuerdo de esos momentos? ¿En que me parezco a la yo del ayer? en mi mente los recuerdos dan vueltas y ceden sin rencores ante la fragilidad de la memoria, tengo miedo y mi cuerpo se tensa, miro hacia el techo y pienso, ¿Que habrá mas allá de este momento que acaba
de extinguirse?, si sobrevivo a mi misma ¿Estaré satisfecha?. 

La vida no existe de manera lineal, no hay un  delante y atrás, el llamado presente y futuro pretenden capturar un tiempo que simplemente no nos pertenece e inútilmente nos refugiamos temiéndole a la mortalidad que agazapada se evidencia con el transcurrir de los años,  solo al crecer caemos en cuenta  de que cada segundo, minuto y hora cuentan y  vuelan con rapidez hacia su propia extinción, como luciérnagas enamoradas de la luminosidad de una fogata.

¿Qué aprendimos en  todos estos años?, ¿Cómo saber si somos mejores de lo que éramos, cuando ya no recordamos la sensación de frustración y despecho?, ¿Cómo saber si somos felices frente a una miseria que ya no sentimos?, con cada segundo las sensaciones escapan y la remembranza que habita en nosotros no alcanza para capturar un momento que deja de pertenecernos desde el segundo en el que es engendrado. No alcanzamos a comprender la sutileza con la que nos envuelve el tiempo, vivimos ajenos a la guerra que inútilmente libramos cada día.

Nuestro cuerpo cambia de manera constante, nuevas arrugas se avecinan, la tersura de nuestra piel termina por desaparecer, hasta llegar a ser irreconocibles para nosotros mismos, un día nos miramos al espejo  y despreciamos  a aquel ser que nos suplantó,  que ha vivido desganadamente nuestra existencia, la lleno de miedos, vacilaciones e inseguridades, de una existencia que no ha de ser devuelta y no acepta cambios ni devoluciones.

No podemos negar que nuestra experiencia se parece a la del resto de mortales, comemos, bebemos y execramos los alimentos al igual que el resto, nos estresamos, reímos y lloramos, nos satisfacen pequeños  o grandes detalles, muchos de estos esperados con ansiedad, como unas vacaciones antes de navidad o la aprobación de un préstamo, así como nos fastidiamos por nimiedades. ¿Qué es lo que nos convierte en  seres especiales?, ¿Qué es lo que nos diferencia de los demás y define con parquedad? Aquello que simplemente no se puede imitar, lo que se encuentra en e baúl de nuestros miedos y alegrias, y forma parte inmanente de nuestro ser, algo que reside más allá de nuestra piel, las vivencias inimitables, la perspectiva única sobre un mismo objeto, en fin, los aspectos no miméticos de la existencia de humana, las mínimas características que en la voz de Platón pertenecen a aquel mundo de las ideas del que un día fuimos expulsados sin miramientos ni juicios. Me pregunto si aquella originalidad nos preserva un lugar o un destino adecuado y propicio, único para nuestro ser. Por desgracia esto es algo que sabremos solo cuando nos encaminemos a ese rumbo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario