miércoles, 17 de junio de 2015

Tipos de familia





La familia es el eje central de la sociedad. Son las características psicológicas y emocionales que aportan los padres las que determinan el porvenir de una familia y,  por lo tanto su clasificación. La salud emocional,  la economía y realización personal de los progenitores, fundamenta los pilares y normas sobre las que han de constituirse estas familias y dirigirse en lo sucesivo.

De acuerdo a su estructura y cantidad de miembros pueden dividirse en múltiples tipos, sin embargo, la clasificación que he realizado se fundamenta en lo anteriormente explicado,   podemos comprenderlas como familias autoritarias, permisivas, sobreprotectoras,
“enamoradas” de los hijos, imberbes, disfuncionales y estables.

Debemos tomar en cuenta  que es en la niñez donde se forjan los miedos y  emociones, que han de regir nuestro carácter, una amistad duradera o una relación de pareja no producirá en nosotros emociones distintas a las que experimentamos en la niñez, simplemente las traerán a colación.

Estas limitaciones o libertades que vivimos en la infancia son las que determinan como  hemos de desenvolvernos en el aspecto emocional de nuestra vida y si este  ha de atentar contra nuestro bienestar emocional y autoestima o, contrariamente, servirá para madurar y vivir en armonía  agradables experiencias.

Si tuviéramos que mirar hacia la literatura, observaríamos con sagacidad que estos modelos no le rehúyen ni son extraños, sino que contrariamente forman parte  esencial de la estructura de muchas obras literarias.

En primera instancia encontramos a  las familias autoritarias, en las que  existen dificultades para asumir los cambios que los hijos experimentan, así como la toma propia de decisiones, experimentación de cambios y elección de preferencias personales.

Los padres asumen que sus hijos a temprana edad pueden cargar con responsabilidades de adultos. Su exigencia hace de ellos niños asustadizos, sin la confianza necesaria para expresar sus  temores y dudas. Se les pide crecer  pero se les cortan las alas para la experimentación.

Pensemos un momento en Franz Kafka y la relación con su padre,  que expresa en su obra “Carta al padre”, la autoridad que  este ejerció durante su  niñez hizo de él, en gran parte, el hombre que fue el resto de su vida.

Al ser sometidos por la rigidez del hogar,  se crean dos posibilidades para el devenir de los hijos. En primer lugar, por la falta de amor, comprensión y libertad individual, el hijo huye del hogar paterno y se refugia en un destino que le “promete” la comprensión y el cariño del que carece, tal es el caso de muchas jovencitas que como Teresa en “La insoportable levedad del ser”, huyen a temprana edad de su hogar con el primer hombre que les promete  una total atención, generando en muchos casos severos cuadros de dependencia, violencia y frustración, por que la realidad vivida no esta en concordancia con las expectativas planteadas.

Del mismo modo, muchos de estos niños asustadizos al crecer,  buscan un néctar que pueda calmar sus culpas por no haber alcanzado la perfección que sus padres esperaban, pueden considerarse: una enfermiza relación codependiente, una adicción, una imparable manía, etc. En “El instante de la hora siguiente”, “Dilema domestico” y “¿Quién ha visto al viento?” Carson McCullers, retrata historias de dependencia, alcoholismo e ideas suicidas en distintas parejas, con inseparables lazos de empecinado “amor”.
La segunda opción crea niños quebrados por dentro,  que al ser adultos continúan asustados del mundo, pero que en vez de asumir este rol el resto de su vida y refugiarse en una insana relación o adicción destructiva, deciden cubrir su temor, con un carácter, bizarro, impenetrable y violento, imponiendo una intimidante autoridad a los demás, en fin, continuando  con el “legado” familiar. Busquemos a Jhon Sartoris (hijo) de “Sartoris” en nuestra memoria, la casi inexistente relación con su padre, la temprana orfandad, las trágicas muertes de su hermano, esposa e hijo y, su empecinamiento de  caminar a  una joven muerte, haciendo de su segundo hijo un huérfano más tal y como él lo había sido.

En la familia sobreprotectora, el excesivo cariño está presente y con esto la actitud de los padres que no con violencia pero sí con  mucho cariño y temor, no permiten el desarrollo y autonomía de sus hijos, muchos de estos padres han experimentado en su vida episodios traumáticos, como hogares violentos y disfuncionales, abuso psicológico o físico, siendo esta la razón del porque radica en ellos un temor inexplicable a la sociedad y sus cambios; otros en cambio provienen de familias autoritarias que han legado a sus hijos el temor a la vida, único recurso que ellos conocen para defenderse del medio en el que se encuentra su familia.

 ¿Cuál es en muchos casos el resultado? Hijos incapaces, que no saben ganarse el sustento, ni defender sus argumentos o posiciones y,  poseen excusas para todo. Los padres retardan la madurez de sus hijos, hasta el punto que muchos de estos desarrollan con ellos una relación de codependencia hasta un matiz “edipico”,  muchos de los hombres que proceden de  estas familias son denominados “hijos de mamá”; quizás ahora el proceder de Ignatius en “La conjura de los necios”, nos parezca más comprensible, su sobreprotectora madre no solo permitió el desarrollo de esta codependencia sino que la  respaldo con excusas, celebremos que al final  de esta historia nuestro protagonista se haya marchado de casa a emprender una aventura más noble.

Por otra parte muchas mujeres posiblemente, buscaran en su vida parejas muy mayores, para poder estar cercanas a “papá”  o viceversa. Debemos tomar en cuenta que tras la visible pasividad de estos hijos se esconde una violencia y rencor terribles hacia los padres por las limitaciones de las que fueron víctimas, muchos de ellos son reacios a poder decir “no” y esta falta de carácter los hace detestarse a ellos mismos y al resto, incubando sentimientos nada sanos que no pueden ser fácilmente expulsados.

La familia “enamoradas” de los hijos, por una parte tienen un alto rasgo positivo, brindan a su descendencia las atenciones necesarias tanto como cariño, disponibilidad de tiempo y economía para un sano crecimiento sin complejos ni miedos.

No obstante,  en este tipo de familia esto se debe en gran parte a que los padres no saben enfrentar sus propios conflictos y problemas, enfocando su atención en los hijos; así, en vez de tratar los problemas de pareja que han desgastado su relación y han puesto distancia entre ambos, o, los sentimientos generados por frustraciones y dudas,  traen siempre a colación los problemas referentes a la crianza paterna.

 Como si entre ellos esta insalvable barrera los definiese, no existe un “tú y yo” si no un “nosotros” conjuntivo, que trata en vano de limar las asperezas entre ellos con la indiferencia hacia la existencia de un problema. Este tipo de padres, busca la compañía de los hijos y dependen de estos para su satisfacción personal hasta en las cosas más ridículas. Han dejado de lado por las circunstancias de concepción o la búsqueda de una estabilidad económica familiar,  los sueños y metas personales, para vivir “solo, para y únicamente” por sus hijos, más concretamente “a través de ellos”.

Sabiendo que esto es imposible, el resultado es fácilmente predecible, divorcios, infidelidad, discusiones agravantes, abandono de los hijos a los padres por el atosigamiento familiar que no deja lugar a la independencia. El ser humano se constituye por sus emociones y si bien la frustración de los padres no va dirigida a los hijos, dado que estos son su “adoración”, los proyectiles terminan por dirigirse a la pareja, y los niños  que no aprenden a través de aleccionadoras palabras y discursos concretos, sino por las acciones de los padres que nutren su inconsciente y les enseñan lo que es correcto y lo que no.

En pocas palabras en un futuro no muy lejano tendrán problemas para poder entablar sanas relaciones  de pareja y fundamentar los pilares de  una familia a través de la comunicación, en muchos casos la promiscuidad está presente pues buscaran “vengarse” de la infidelidad de uno de los padres al otro a través del compulsivo engaño a sus parejas o la inestabilidad  de estas. Si pensamos en  “Tanta agua tan cerca de casa”, veremos como la desestructuración y  falta de comunicación  en la pareja impide que la joven esposa crea en el testimonio de inocencia que su marido le brinda, se halla frente a un extraño y no atina a intuir  el por qué.

En las familias permisivas, los padres son incapaces de inculcar disciplina a los hijos, bajo la excusa de ser “liberales” y renegando de lo autoritarios padres, les permiten a los hijos una libertad ilimitada, que se convierte arcilla en sus manos. El poco carácter que los padres poseen para criar a sus hijos no solo los hará solitarios y rebeldes, sino que los expondrá a toda clase de peligros o en muchos casos los convertirá en padres de sus propios progenitores, pues un padre que no actúa como tal lo está haciendo como un hijo.

En casos extremos los padres no controlan a sus hijos por temor a estos, esto crea en consecuencia muchachos inexpertos victimas de cualquier error y propensos a todo tipo de inclinaciones, muchos se perderán en el camino sin haber tenido el tiempo ni la protección para demostrar de lo que eran capaces de aportar a la sociedad, otros en cambio maduraran antes de tiempo sintiéndose despojados de una niñez que con el tiempo repercutirá en el día a día de sus vidas, generando en ellos una amargura, impersonalidad o despreocupación críticas.

Gregorio Samsa en “La metamorfosis” por ejemplo se vio obligado a madurar antes de tiempo, a sostener a su familia y velar por los sueños de su hermana como un amoroso padre, pronto lo invadieron la tristeza y  soledad y, una falta de personalidad que delataba su resignación a desempeñar el papel que, con tanta inconsciencia sus padres le habían otorgado. Gregorio no tenia tiempo para pensar en sí mismo, en su satisfacción personal o en las emociones que experimentaba, no se preguntaba si era feliz solo hacia que tenía que hacerse, se hallaba muerto sin saberlo.

Las familias imberbes  no alcanzan  a estar  unidas, los padres están confusos acerca del mundo que quieren mostrarle a sus hijos, no poseen metas en común, ni estabilidad emocional  que los avale porque quizás fueron padres antes de tiempo. Anclándose en  este argumento una parte de ellos se rehúsa a asumir su obligación, les es difícil mantenerse unidos y es común  que esta inestabilidad emocional genere también una de tipo económico y psicológico. Si recordamos “Mecánica popular”, veremos con claridad a aquellos padres inexpertos e hirientes.

Los hijos crecen inseguros, desconfiados y temerosos, con gran dificultad para  saber brindar  y recibir afecto, se vuelven adultos pasivos y en muchos casos codependientes, frustrados, llenos de culpa y rencor, por las hostilidades que no expresan y que interiorizan, así como también por las limitaciones de las que fueron víctimas muchos de estos buscan parejas que los engañen para revivir el dolor de la infancia, buscan  sentirse defraudados otra vez, así como sus padres los hacían sentirse, buscan el maltrato pero prefieren eso a verse desamparados, permiten la violencia porque saben que de ese modo su pareja no los dejara. Tarde o temprano estallará en ellos una cólera inexplicable para muchos, tornándose hirientes y ofensivos con el mundo que los rodea.

Las familias disfuncionales, albergan mucho dolor y abandono, por disfuncional no me refiero a aquellas que poseen solo un padre como cabeza de familia o no tienen ninguno, sino a aquella  en la que los  padres alejados de la sociedad y sintiéndose miembros de un suborden social, afloran en su interior graves  casos de violencia: violencia doméstica, drogadicción, violación e incesto.

Esta familia es el subproducto de las demás, así como también el desperdicio de una sociedad, muchas actitudes y talento por ofrecer  al medio  perecen antes de nacer, en el interior de esos hogares quebrados, solo se heredan a los  hijos, heridas incurables que los hacen cobijarse, en el mundo de la delincuencia,  drogadicción, prostitución, locura o  suicidio. Este tipo de familia ocupa todos los estratos sociales pero es en las clases económicamente más incapaces en las que afloran como mala yerba. Desestructurados  y confusos sin llegar a ser verdaderos ciudadanos, estos hijos lo son también engendrados por la indiferencia de la sociedad y el estado. En palabras de Ribeyro “Gallinazos sin plumas”.

Las familias estables son aquellas que poseen padres que, habiendo decidido o no este rol lo asumen con valentía, deciden brindarle a sus hijos no solo una educación plena en todos los sentidos sino también una retroalimentación propia, que les enseñara a sus hijos que la realización personal no solo se encuentra en la paternidad sino que se encuentra también en un constante crecimiento personal, aprendizaje emocional y profesional.

La familia se muestra unida, por lo que los  hijos crecen estables, seguros, confiados, les resulta fácil dar y recibir afecto, al ser adultos se convierten en  ciudadanos  activos y autónomos, capaces de expresar sus necesidades, con altos grados de madurez emocional e independencia. Sin embargo y si algo hemos aprendido de nuestra sociedad es que hasta los mejores factores pueden generar un resultado inesperado, la naturaleza humana no obedece a reglas y no se concibe en una receta.

Cabe una salvedad en este punto, sean cualesquiera las circunstancias en las que nuestras familias nos engendraron, debemos de saber que nuestros padres nos dieron todo aquello que pudieron darnos. Si a un hombre creció rodeado de  dolor y violencia, ¿Qué es  más es lo podía brindar a sus hijos?, a pesar de los errores de nuestros progenitores debemos agradecer estar vivos y saber que ya siendo adultos,  somos nuestros propios padres, podemos combatir nuestros miedos y limitaciones de la niñez y luchar para dejar las cicatrices del pasado, hoy somos lo que nuestros padres forjaron pero indudablemente llegaremos a ser lo que nos  permitamos ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario