En el Ensayo sobre la sicología del gallinazo, publicado en La Prensa en 1917, Valdelomar, hace un paralelo implícito entre los hombres y estas aves, ignorados por su naturaleza, condenados por su fealdad y rapiña, los gallinazos son animales que durante siglos han barrido las ciudades del Perú y probablemente son en el mundo, "el primer concepto y precedente de la higiene pública".
El gallinazo es un ave simbólica, “es negro, definitivamente negro, rotundamente negro”, el autor realiza una reincidencia en esto, una resolucion inexorable sobre la naturaleza del animal, no puede esconder lo que es, no solo lo expone sino que lo obliga a ser, su naturaleza es innata, repudiada y autentica.
Representa así mismo a las minorías marginadas por la sociedad, del mismo modo en que las demás fieras los desprecian, así se mira con desdén a aquellos que hoy se entregan a tareas laborales, como limpiar las calles u hospitales, reciclar basura a medianoche, trabajar en un camal o subiendo a autobuses a vender confites.
Así como se sienten nauseas por el gallinazo, rechazamos su presencia y nos parece, sucio, hediondo y malévolo. El hombre lleva como el gallinazo el sino de la maldad, la ajenidad hacia el resto y su indiferencia ante los más desvalidos, de su crueldad neo nata en la que le resulta más fácil, corromperse asesinar, violar, asaltar o aceptar permisivamente el caos social, que convertirse en un referente distinto y combatir los castrantes paradigmas que privan a los hombres de la oportunidad y los llevan por la senda de lo mediocre .
El gallinazo es un ave simbólica, “es negro, definitivamente negro, rotundamente negro”, el autor realiza una reincidencia en esto, una resolucion inexorable sobre la naturaleza del animal, no puede esconder lo que es, no solo lo expone sino que lo obliga a ser, su naturaleza es innata, repudiada y autentica.
Representa así mismo a las minorías marginadas por la sociedad, del mismo modo en que las demás fieras los desprecian, así se mira con desdén a aquellos que hoy se entregan a tareas laborales, como limpiar las calles u hospitales, reciclar basura a medianoche, trabajar en un camal o subiendo a autobuses a vender confites.
Así como se sienten nauseas por el gallinazo, rechazamos su presencia y nos parece, sucio, hediondo y malévolo. El hombre lleva como el gallinazo el sino de la maldad, la ajenidad hacia el resto y su indiferencia ante los más desvalidos, de su crueldad neo nata en la que le resulta más fácil, corromperse asesinar, violar, asaltar o aceptar permisivamente el caos social, que convertirse en un referente distinto y combatir los castrantes paradigmas que privan a los hombres de la oportunidad y los llevan por la senda de lo mediocre .
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El gallinazo olvida la gratitud pero sin maldad, no posee un sentido moral, pero tampoco malicia, condenados a su suerte, desconocen de sacrificios, piedades o llanto, si algún compañero es herido o capturado, al ser todos cómplices de un mismo suceso, guardan un colectivo silencio, y, en palabras del autor: si el hombre no descendiera del mono tendría que ser definitivamente del gallinazo.
La indiferencia es entonces el tópico que utiliza Valdelomar como rasgo conciliador entre el espíritu del hombre y el gallinazo, pero también lo es su sensibilidad al momento del ocaso, las danzas aéreas al atardecer les configuran una belleza y valor, negados por tantos años, por su apariencia y naturaleza carroñera. Al igual que el hombre con la poesía, el arte y el amor los embellece, los congratula con la madre naturaleza y no se olvida hasta el siguiente día en el que deben seguir escarbando en los basurales, sobrevivir sin pensar en el otro y seguir canturreando tristemente una melodía sin esperanza
La idiosincracia del gallinazo se ha adentrado en Lima más profundamente.
ResponderEliminarLa idiosincracia del gallinazo se ha adentrado en Lima más profundamente.
ResponderEliminarLa realidad de la humanidad
ResponderEliminarademás
ResponderEliminarde la idiosincrasia y del auto discriminación de nuestra propia cultura.